Crónicas de Amaris II El Torneo por Vivenna

 Introducción (saltar si te has leído la introducción en los capítulos anteriores)


Amaris es un continente compuesto por una gran masa de tierra y algunas islas. La gran cantidad de recursos y el buen clima abundan en todo el territorio, por lo que está densamente poblado y sus habitantes gozan de buena salud. La historia de sus países y ciudades es larga y extensa y buena parte de sus habitantes viven en una buena situación. Pero mucho antes de que se alcanzase este clima de paz generalizado, las guerras llevaron al continente al límite del exterminio. Para evitar que esta situación se repitiese, los 5 Grandes Imperios de Amaris alcanzaron un acuerdo; sólo pelearían una vez cada 100 años y durante un periodo de 3 años. Las batallas se librarían en ejércitos o de manera individual y el ganador podría arrebatar al vencedor territorios, personas e incluso su propio cuerpo.


Con el paso del tiempo este acontecimiento pasó a conocerse como 'Las 'Batallas de la Centena' y lo que en un principio comenzaron como grandes guerras por territorios acabaron por convertirse en batallas con un carácter más personal e íntimo. Los 5 Grandes Imperios habían alcanzado la estabilidad y el deseo de nuevos territorios disminuyó, así que en las victorias pasó a pedirse lo siguiente estipulado: el cuerpo de los derrotados. Ahora, Las Batallas de la Centena comienzan de nuevo, y para todos aquellos que luchan en Amaris significan una oportunidad o una calamidad: follar o ser follado, ese es el destino que espera a todos los habitantes de Amaris durante este periodo.



Sueños húmedos.


Tysara se encontraba sobre su cama tumbada cómodamente mirando al techo decorado con mosaicos de su habitación. La ventana se abrió de improvisto y por ella entró un enmascarado con un traje de ceremonias de color negro. La máscara cubría toda su cara y en ella se distinguía el símbolo de una hoguera sobre dónde debía estar la frente del enmascarado, todo sobre fondo blanco. 


El enmascarado avanzó rápidamente hacia ella. Iba muy bien vestido, con ropas elegantes y de gran calidad. Llevaba guantes negros y unos preciosos zapatos marrones. Todo contribuía a realzar su estilizada figura. Estaba en buena forma y, aunque no tenía su cuerpo visible, parecía cuidarse bastante bien. Tysara se encontraba en camisón, completamente desnuda debajo de él. Era una chica muy atractiva, como su hermana, ambas dotadas de unos preciosos cabellos pelirrojos y unos atrayentes ojos azules oscuros. Su pecho siempre fue un problema, demasiado grande para alguien que aspiraba a convertirse en Alta Dama, sin embargo su altura jugaba a su favor, pues era una chica esbelta. Tysara era consciente de la gran cantidad de miradas que atraía en el patio de entrenamiento, opacando al resto de chicas del destacamento del palacio. Ella procuraba hacer oídos sordos, su cuerpo era su herramienta para luchar, no para seducir.


El hombre de la máscara se colocó cerca de la cama y miró a Tysara a los ojos. Entre la máscara se entrevía el color gris de su iris. La chica se incorporó juguetona y se acercó a él a cuatro patas. Como el chico estaba de pie, aunque oculto por el pantalón, su miembro quedaba delante de la cara de Tysara, que miró a los ojos al enmascarado. Este, entendiendo la situación, aflojó el cinturón y liberó su polla. 


Tysara no dudó y empezó a lamer suavemente el falo del enmascarado. Su pene era de proporciones generosas y como ella sospechaba estaba cuidadosamente arreglado. La chica comenzó a lamer desde el tronco hasta el glande, primero suavemente para luego incrementar la intensidad gradualmente. 


Cada lametón terminaba con una mirada provocativa de Tysara, que cuando notó acelerarse la respiración del enmascarado se introdujo la polla en la boca intentando tragar todo lo posible mientras le miraba fijamente. La escena desde arriba, con sus ojos azules y su boca completamente llena de él era increíblemente erótica.


El hombre de la máscara agarró a Tysara por la cabeza y comenzó a follarle la boca. Primero comenzó con un ritmo suave, que permitió a la pelirroja acomodarse, luego fue intensificando las embestidas pero siempre teniendo cuidado de no atragantar a la chica metiéndola demasiado hasta el fondo. Sus manos eran muy cuidadosa, y la cadencia de sus embestidas era cuidada.


Tysara estaba en éxtasis. Sentía un gran placer y sus manos libres se movieron hacia su sexo. Al estar completamente desnuda bajo el camisón pudo empezar a jugar fácilmente con su clítoris y a introducir algunos dedos. Estaba a punto de correrse. El enmascarado debió sentirlo y comenzó a moverse con más brío. La agitación del momento era muy grande para los dos. Tysara sentía la polla del enmascarado ir y venir dentro de su boca, y acompañaba sus movimientos con la masturbación. Tocaba su vulva con el dedo corazón, desde la entrada hasta el clítoris, alternando movimientos circulares con la penetración de sus dedos. 


Ambos se fundieron en un intenso orgasmo a la vez. La excitación no hizo dudar a Tysara, que se tragó todo completamente y limpió con ganas la polla manchada de semen del hombre.


Tysara dio un largo suspiro y disfrutó del momento. Se incorporó y ascendió lentamente sujetándose al cuerpo del enmascarado, que seguía al lado de la cama. Al erguirse se quedó más o menos a su altura y dirigió sus manos a la máscara. Justo cuando la tocó, Tysara despertó de su sueño.


La chica se maldijo. Otra vez había tenido ese estúpido sueño erótico. Se encontraba en su cama y aunque llevaba un camisón no era ni en broma tan corto cómo el de sueño y, por supuesto, llevaba bragas aunque estas estaban completamente empapadas. Siempre que tenía ese tipo de sueños con el enmascarado se despertaba muy mojada. Sus manos se dirigieron inconscientemente hacia su coño. Estaba demasiado excitada así que se dejó llevar. Era temprano y tenía tiempo de disfrutar un poco. Ese sueño la dejaba demasiado cachonda.



Tysara y Vivenna


Tysara Melea se encontraba sentada en la ventana de su cuarto, en una de las tres torres del castillo. Las habitaciones principales se situaban en cada torre, una para ella, otra para su hermana y otra para sus padres. El sol comenzaba a asomar por el horizonte.


El castillo de Astara era una fortaleza impresionante que se levantaba sobre una pequeña elevación del terreno, dando lugar a una gran vista de la ciudad, el río y la llanura de Astara.  En otros tiempos fue un bastión inexpugnable que perteneció a la casa Astara, pero la desgracia cayó sobre esta familia hace mucho tiempo y todos sus miembros desaparecieron de la noche a la mañana. La ciudad quedó en caos y sus bisabuelos fueron los más rápidos en moverse, consiguiendo el control de los terrenos Astara gracias a una serie de favores que les debía el emperador de Lindis. Eso fue en los tiempos de la anterior Batalla de la Centena. 


Tysara odiaba las malditas batallas. Se lamentó enormemente de vivirlas en una época en la que la pillaba aún joven, pues con tan sólo 26 años se veía de lleno en el problema. Su padre y su madre siempre decían que Las Batallas de la Centena son cosas de jóvenes. Claro, ellos nunca las habían vivido… y en la edad en la que estaban no se involucrarían mucho. Qué suerte la suya.


Pero si había algo que preocupaba a Tysara era su hermana pequeña, Vivenna. Mañana cumplía 20 años y sus padres habían organizado un torneo estúpido de duelos en el que el vencedor se quedaba con Vivenna durante una semana. Las reglas de los duelos eran bastante flexibles durante este periodo, pudiéndose pedir prácticamente cualquier cosa si el usuario aceptaba el duelo durante Las Batallas de la Centena. Por supuesto, todo estaba orientado al apartado sexual, el principal motor de todo esto, aunque sus padres se habían adelantado con una “jugada maestra” y habían puesto precios prohibitivos a los participantes y a los que quisieran ver el espectáculo en directo durante los 3 días de duración. 


A Tysara se le revolvía el estómago. Estaban usando la inocencia de Vivenna como precio para el vencedor con el objetivo de amasar una buena fortuna rápidamente. Los excesos de sus padres habían dilapidado buena parte de los fondos de la familia Melea y llenar el coliseo completamente durante tres días, sumado a las tasas por entrar a la ciudad y a la subida de precios sería un auténtico alivio. 


Todavía no se podía creer que hicieran esto a su propia hija, pero ella no iba a dejar que esto sucediese así como así. Tysara era la subcampeona de esgrima del ducado. Sólo el Alto Caballero Mardek, su instructor, era mejor que ella en la esgrima y no en vano él era el campeón. Mardek era un tipo extraño, solitario, entrado en los 30 años. Tysara nunca supo por qué aceptó el puesto de maestro de armas para sus padres siendo un Alto Caballero, uno de los mayores honores del Imperio, pero el caso es que llevaba aquí ya 5 años y su dominio con la espada no tenía rival. Tysara quería que participase en el torneo, tal y como ella iba a hacer, sólo que pretendía que ninguno de los dos reclamase el derecho de tener a su hermana durante una semana. Si ambos participaban había muchas posibilidades de que alguno se proclamase campeón y así librar a Vivenna de cualquier problema. Sólo tenía que convencerlo de alguna forma…


El sonido de unos golpes en la puerta la sacó de su ensimismamiento. Conocía el código; era el usado por su hermana menor. Tysara abrió la puerta y recibió con un abrazo a Vivenna. Su hermana pequeña era muy parecida a ella aunque con algunas diferencias. Era más bajita y tenía el pelo ondulado, en contraposición a su pelo liso. Tenía menos pecho y en general era menos esbelta pero compensaba con una figura nada desdeñable y una belleza singular que estaba más cerca de lo mono e inocente que de lo atractivo. Por lo demás, destaca en ella su talento para la hechicería. Vivenna era una Conjuradora. No podía llamar a los elementos como los Elementatistas, sino que podía materializar formas y objetos con su magia. Por lo que había escuchado a sus tutores, se le daba bastante bien. 


Vivenna siempre fue bastante lista y pronto superó a Tysara en sus calificaciones en clase, pero en el apartado atlético no era capaz de brillar demasiado. Había aprendido bien los fundamentos de la lucha con espada y escudo ya que muchos conjuradores podían conjurar fácilmente armas pero no tenía el aguante necesario para peleas largas. Ella por su parte prefería la doble espada corta y no utilizaba equipamiento que pudiese restringir su movimiento. A Tysara siempre le pareció gracioso que cada hermana hubiese encontrado un hueco dónde destacar sin pisar en nada a la otra.


–Hermana, ¿en qué estás pensando?– Dijo Vivenna mientras la miraba con expresión de curiosidad. – Te has quedado ensimismada un rato. ¿Estás bien?


–Perdona Vin, estaba pensando en lo mucho que has crecido… mañana es tu cumpleaños y… bueno, ya sabes lo preocupada que estoy por todo esto.


Vivenna miró con tristeza y nerviosismo a su hermana mayor. Ella no quería ser parte de ningún estúpido juego en Las Batallas de la Centena. Sus padres idearon esto cuando tenía tan sólo 14 años y desde entonces la sombra de este acontecimiento la había perseguido durante toda su vida. Era frustrante porque nunca pudo tener una adolescencia normal ya que tenía que mantenerse intacta para ser un premio perfecto a sus 20 años de edad. Había sido bastante duro para ella.


–Hermana, no te preocupes. Estoy segura de que el campeón será un caballero de brillante armadura que considerará todo esto una locura y me dará el perdón. Padre y madre han recibido algunas cartas de condes y vizcondes que consideran esto una locura, e incluso dicen que el Marqués de Sireth, que luchó al lado de la emperatriz y es un justiciero, vendrá al coliseo. Con suerte no ocurrirá nada malo.


Tysara miró a Vivenna con ternura intentando ocultar toda su preocupación. Era cierto que algunos condes veían con malos ojos los movimientos de sus padres, pero sin el apoyo de los marqueses que tenían por encima sus réplicas poco afectaban a los duques. Debajo de reyes y príncipes estaban primero los duques, luego los marqueses y luego los condes. Debajo de eso ya eras baja nobleza y tu influencia no afectaba mucho a los de la alta. Sí, era cierto que ella también había escuchado las noticias del Marqués de Sireth, pero eran rumores y no tenía ninguna prueba sólida. El marqués era un hombre del que hablaban maravillas; un caballero como los de las historias. Sin embargo ella no iba a esperar la aparición de ningún héroe, su plan tenía que seguir adelante.


–¿Y a qué has venido Vin?¿estás bien? ¿necesitas algo?


–Sí, he tenido un sueño algo raro esta noche, quería comentarlo contigo.


Tysara, sorprendida, abrió un poco la boca y los ojos. Rápidamente se ruborizó aunque tosió y se giró para dar la espalda a su hermana. No creía que fuese a contarle algo así… esas cosas siempre quedaban en la intimidad de una.


–Siéntate aquí Vin– le dijo su hermana señalando el tocador frente a su cama – voy a peinarte mientras me lo cuentas, ¿quieres?.


Vivenna siguió a su hermana y se sentó frente al espejo. Tysara cogió el peine que usaba para los rizos de su hermana y comenzó a peinarla con delicadeza. Su pelo siempre fue un poco rebelde así que fue poco a poco con cuidado de no hacerle daño.


–Anoche soñé que andaba por un castillo muy antiguo, ruinoso. Al fondo había un extraño trono y frente a él una espada con el dibujo de una hoguera en el mango. Sin quererlo me planté delante de la espada e intenté empuñarla pero me desperté. Es un sueño un poco extraño y esto que te voy a decir te sonará raro pero creo que no es la primera vez que lo tengo…


La hermana mayor miró confundida a su hermana. ¿Qué significaba el símbolo de la hoguera?. 


–Vin, no deberías preocuparte por estos sueños ahora. Vamos a trabajar para sacarte de esto, juntas. Ya verás como todo sale bien.


En cualquier caso sería mejor dejarlo estar hasta que pasasen las pruebas. Ahora mismo ella no tenía espacio mental para dedicarle a este asunto, y tampoco le pareció algo demasiado extraño. Quizás ambas habían visto el símbolo en algún lugar del palacio. Cuando terminase este mal trago ya se dedicaría a indagar en el asunto. Cuando su hermana dijo lo de la hoguera no pudo evitar reprimir algunos pensamientos que le vinieron a la cabeza sobre el enmascarado y las cosas que hacían en sueños pero intentó concentrarse y quitárselo de la cabeza. Terminó de peinar a su hermana y estuvieron un rato hablando antes del desayuno. Iba a protegerla costase lo que costase.



El Alto Caballero Mardek


Tysara bajaba las escaleras del cuartel general de infantería de Melea hasta las mazmorras. Le habían dicho que Mardek estaba abajo interrogando a unos prisioneros culpables de cometer altercados en el Puente Mayor que atravesaba el río que llegaba a la ciudad. Arriba había sido testigo de alguna que otra escena esporádica de sexo entre algunos de los miembros de la guardia. Sus padres habían limitado al máximo este tipo de situaciones en sus soldados durante Las Batallas de la Centena, pero la autoridad de la celebración estaba por encima hasta de los propios emperadores y si alguien quería aceptar un duelo nadie podía negárselo. Algunos de los soldados ya habían caído en la tentación e incluso habían estallado algunas disputas. No todas las veces se tenía sexo conveniente para las dos partes… 


Por suerte para la hija de los duques, nadie se atrevería a retarla directamente por dos razones: era mejor que prácticamente todos en el destacamento y aunque alguien ganase, cosa que podía suceder pues ella no ganaba siempre todos los duelos, nadie les podía librar de la represalia de sus padres luego. Una cosa era ceñirse a las reglas, que dejaban claro que tenías que follar con tu vencedor tal y como él te lo pidiese, pero lo que pasaba después ya era otra cosa y muchas veces salía mal.


Dicho sea, la pelirroja estaba muy enfadada con la actitud de sus padres en el desayuno, que se encontraban emocionados con la idea de que llegase la fecha señalada y los beneficios que ello conllevaría. Le estaban llenando la cabeza a Vivenna con ideas de que todo sería maravilloso para ella y que sería una experiencia sin igual. Le daban asco pero tampoco podía hacer nada puesto que no había heredado el título. En Lindis no sucedía hasta la muerte de los progenitores o hasta que alcanzasen los 60 años de edad. Había escuchado que en Mithra la sucesión se realizaba cuando el primogénito alcanzaba los 20 años de edad y siempre había deseado que en Lindis ocurriese igual.


El sonido inconfundible de unos golpes contra la cara de alguien llenó las mazmorras. Tysara vio al fondo a Mardek, que se encontraba dentro de una celda. El hombre tenía el pelo castaño oscuro y una complexión muy fuerte. Era alto y fornido, con varias cicatrices surcando su cuerpo, testigos de su experiencia en batalla que a sus 30 años no era nada desdeñable. Sus ojos eran rojizos, herencia de una etnia antigua del sur. A Tysara siempre le gustaron.


La hija de los duques esperó a que Mardek terminase el interrogatorio con el prisionero y cuando se dio la vuelta hizo contacto visual con él.


–Maestro, le estaba buscando. Me gustaría comentar algo con usted–. En el fondo, a pesar de llevar años entrenando, la pelirroja tenía la sensación de que no conocía absolutamente en nada a su instructor.


Mardek tenía la consideración de Alto Caballero, por lo que Tysara tenía que dirigirse a él como tal, pero hacía algunos años que era su instructor y él había insistido en que le llamase así. A decir verdad, siempre evitaba en la medida de lo posible que lo acabasen llamando Alto Caballero.


El hombre no dijo nada, siguió subiendo las escaleras y Tysara le siguió de cerca. Fueron a la habitación del capitán, dónde él residía y allí comenzó a despojarse de las partes más incómodas de su uniforme.


–Dime–. Dijo con una única y escueta frase.


–Sé que has dicho muchas veces que no vas a presentarte al torneo por mi hermana, y probablemente consideres que sería una ofensa ante mis padres, tus benefactores, pero quiero que te presentes con mi autorización. Hoy es el último día para presentarte y necesito contar con tu ayuda para esto, no me gustaría que nadie acabase ganando a mi hermana.


Tysara dijo todo rápidamente y con decisión. Había repetido esas palabras en su mente una y otra vez los últimos días.


–Tú también participas–. Volvió a decir escuetamente.


–Sí, pero contigo tendremos más posibilidades de ganar. Si te toca en mi misma ala del torneo y tenemos un emparejamiento temprano será mala suerte, pero seguirás estando en el torneo. 


–Sabía que te ibas a presentar al torneo. Es en el coliseo. Si pierdes algún combate, se aplicará la regla de las dos horas y el vencedor podría follarte allí mismo. Lo sabes, ¿verdad?.


Tysara lo sabía muy bien. Era la regla básica de Las Batallas de la Centena. El vencedor podía follar como quisiera al vencido durante 2 horas. Después, los combatientes no podían volver a enfrentarse y tener sexo entre ellos en al menos una semana. Ella quería pensar que al ser un torneo público nadie haría uso de la regla, ya fuesen hombres con ellas, hombres con otros hombres, mujeres con otras mujeres o quien quiera que participase dado el caso, aunque la mayoría serían hombres al ser un torneo para ganar a Vivenna. 


–Lo sé. Sé a lo que me arriesgo pero me has entrenado bien. No perderé contra un cualquiera. Además, tengo que defender la inocencia de mi hermana pase lo que pase.


Mardek la miró fijamente a los ojos. Eran algo inquietantes y atrayentes.


–¿Y si te gano yo – dijo Mardek acercándose a ella lentamente – como sabes que no querré disfrutar de ti en la arena?


Tysara se quedó paralizada unos segundos. No esperaba esa réplica por parte del capitán. Lo miró algo confundida pero hizo acopio de su valor y se recompuso.


–El vencedor puede hacerle lo que sea al vencido. Sé dónde me meto.


Mardek se separó de ella y se sentó en un cómodo y amplio sillón que tenía en la estancia. 


–De acuerdo, participaré, pero tengo un precio.


Tysara asintió.


–Dime tu precio, pagaré lo que haga…


–Quiero 5 polvos contigo. Sin reglas o limitaciones, harás lo que yo te pida. Hasta que me corra. Puedo reclamarlos cuando quiera y no puedes negarte de ninguna forma. 

 

Tysara abrió mucho la boca. Le costó que saliesen las siguientes palabras. El capitán nunca hablaba mucho. Llevaba un tiempo entrenándola… no pensaba que fuese a pedirle algo así.


–Po… podrías haberme retado estos días… o en el futuro… no puedes negarte a un duelo durante Las Batallas de la Centena. ¿Qué ganas con esto? Podrías follarme mil veces antes de que acaben estos años. No puedo vencerte en un duelo–. Dijo algo alterada y levantando algo la voz.


Mardek se quitó las botas tranquilamente mientras respondía.


–Tu padre me hizo jurar que no te retaría o gozaría de ti durante esta época. Digamos que le debo un gran favor y no he podido negarme. Es cierto que podría hacer lo que me diese la gana pero me paga bien y hay otra gente con la que follar mientras tanto. Pero que me prohiban algo sólo hace que me ponga más, y por eso tengo muchas ganas de tomarte, la verdad. Un pacto servirá para sellar lo que queremos.


Con pacto, Mardek se refería a los poderosos tratados de Las Batallas de la Centena. En buena parte esto era una tradición antiquísima, pero por otro lado, había poderosos hechizos que en su tiempo se colocaron para fomentar el “correcto” cumplimiento de los pactos. Estos eran muy poderosos ya de por sí, pero durante esta época se intensificaba su significado. Violar un pacto siempre traía las desgracias.


La pelirroja nunca había escuchado tantas palabras de su instructor en todos estos años. No salía de su asombro y su cabreo iba a más.


–¿Es eso lo que son los Altos Caballeros? Una dama en apuros viene a pediros un favor, y así reaccionáis. Pensaba que mi instructor…


Mardek se levantó. Su figura era imponente. Alto, fuerte, y con presencia. Esos ojos rojos no dejaban pasar una.


–Uno, sólo –dijo remarcando la última palabra– soy tu instructor. Dos, nadie dijo nunca que para ser Alto Caballero se tuviese que ser una hermanita de la caridad, simplemente hay que mover bien la espada y, tres, si has terminado de gritar ahí tienes la puerta. Ya tienes mis condiciones, o aceptas o te vas. Hoy no tenemos entrenamiento.


Tysara le miró con furia. Apretó los puños y golpeó una pequeña cómoda que tenía al lado. Mardek estaba jugando con ella. Tendría que haberlo visto venir. Apenas conocía al caballero y nunca habían hablado demasiado. Siempre era muy confiada. 


Pero ella no era una inexperta en el sexo. Sus padres se habían centrado en Vivenna porque justo cumplía sus 20 años y ella había podido disfrutar de los escarceos que había querido. Follar con alguien en estas condiciones no le atraía en absoluto, pero tampoco era alguien estúpida y sabía que en los 3 años que duraban Las Batallas de la Centena alguna vez podría caer derrotada. En su mente interiorizó esto como una derrota más. Necesitaba la espada del capitán, nunca mejor dicho.


–Acepto–. Dijo con aire de derrota. Unas motas doradas de magia poblaron la sala. Los pactos sellados durante Las Batallas de la Centena siempre eran muy ceremoniales. Ahora, ella estaba obligada a cumplirlo bajo pena de horribles consecuencias.


–Bien, dijo Mardek–. Pues comenzamos con el primero. Quítatelo todo menos las bragas, de esas me encargo yo. Luego quítame la armadura, me molesta tras los interrogatorios. 


Tysara asintió. No esperaba que fuese a ser ya mismo, pero así se quitaba uno de encima. El capitán había dicho que tenía que correrse él, así que ya que estaba pondría todo su empeño en que fuese rápido. 


La pelirroja comenzó a retirarse la ropa de entrenamiento bajo la atenta mirada de Mardek, que seguía de pie imponente frente a ella. No era una chica vergonzosa, pero tener a alguien mirándola de esa manera la cohibía un poco. Comenzó por la parte superior, que se quitó directamente junto con el ajustador que tenía para los pechos. Siempre que se ponía la ropa de entrenamiento usaba ajustadores ya que su pecho era demasiado grande para dejarlo moverse libremente cuando hacía ejercicio; le molestaba mucho. Cuando despejó su parte de arriba, comenzó a quitarse el cinturón para dar paso a los pantalones.


Mardek miraba las grandes tetas de Tysara. Siempre había querido verlas de cerca y sin nada de por medio. Él sabía que ella vendría a verle, pues le habían avisado de las intenciones sus intenciones, aunque eso era otra historia. Ahora mismo, disfrutaba de verla enrojecer de vergüenza mientras se desnudaba para él. Iba a gozar mucho con esto, y todavía quedaban 4 oportunidades más.


Tysara se quitó botas y pantalones con presteza y se quedó en bragas, de un bonito tono azul pastel. Inconscientemente, intentaba tapar parte de su cuerpo con su posición, pero sólo hacía la escena más erótica. Negó con la cabeza un par de veces y se encaminó a quitarle la armadura al capitán. 


Al llegar frente a él, Mardek cogió un coletero de su bolsillo y se lo tendió. La cinta tenía una forma de lazo azulado bastante bonito y parecía de buena calidad.


–Hazte una cola alta en el pelo. 


Tysara obedeció extrañada, pero las reglas eran las reglas y tenía que hacer caso. ¿Por qué tenía un coletero en el bolsillo? Además, era bastante bonito. Ella cogió su pelo liso y se hizo la coleta tal y como había solicitado el caballero. Acto seguido, empezó a despojarlo de todas sus protecciones y ropajes que protegían su cuerpo del roce de la armadura. Fue un proceso corto pero a ella se le hizo eterno. Cuando desnudó el pecho de Mardek vio las innumerables cicatrices que surcaban su cuerpo. Una era especialmente profunda en la zona del hombro izquierdo e iba desde ahí a la izquierda del pecho. La chica intentó distraerse y hacer tiempo hasta llegar a los pantalones pero era algo inevitable. Al bajarlos aprovechó también para bajar los calzones y dejó libre al miembro de Mardek. Su pene era grande, nada fuera de los estándares pero bastante estilizado y grueso. Había empezado a crecer, motivado probablemente por la escena que estaba sucediendo.


Mardek la agarró de la coleta antes de que se incorporase y la llevó con más brusquedad de la deseada a una mesa baja que había en el centro de la estancia.


–Túmbate y ábrete bien de piernas–. Dijo sin soltar la coleta.


Tysara hizo caso y con esfuerzo se tumbó sobre la mesa boca arriba con las piernas bien abiertas. Sus bragas seguían ocultando su sexo. Deseó estar algo más mojada. Esperaba que el hombre tuviera la decencia de incorporar algún preliminar a esta sesión de sexo, si no, la penetración iba a resultar algo complicada. A ella no le ponían estos juegos.


Mardek por su parte estaba disfrutando. Siempre había tenido un fetiche con el pelo. Le encantaba agarrar el pelo de las chicas con las que yacía y tenía que confesar que el pelo de Tysara le ponía muchísimo, con ese tono rojizo tan intenso. Siempre había deseado agarrarla por él y follarla.


–Chúpamela. Tócate mientras tanto pero no te quites las bragas. Tampoco te metas nada, sólo tócate por encima.


Las instrucciones de Mardek eran precisas y un poco inexpresivas. Eso no contribuía a que ella se metiese de lleno en la situación. Al menos ahora iba a hacerle una mamada, lo cuál era bueno porque ayudaría a que se corriese antes. Si Tysara tenía la esperanza de que podía ser simplemente un polvo más, estaba muy equivocada.


La chica utilizó una mano para agarrar la polla de Mardek, completamente erecta, y otra para comenzar a jugar con su vagina. Poco a poco comenzó los preliminares antes de comenzar a chupársela. 


Intentó poner todo su empeño. Comenzó suavemente con el glande, pero sin escatimar en esfuerzos. Su técnica de lengua era decente y vio a Mardek cerrar los ojos. Ella aprovechó para intensificar sus esfuerzos, aunque estaba algo incómoda por el agarre férreo que el caballero tenía sobre su pelo, el cuál dificultaba sus movimientos. La mano libre que agarraba la polla empezó a masajearla suavemente de arriba a abajo, acompañando el ritmo de la mamada. La estimulación bucal y manual simultánea aumentaba la excitación de Mardek, que se estaba dejando llevar por la situación totalmente.


Consciente de que la situación iba bien, Tysara incrementó la velocidad y el ritmo. La polla de Mardek ahora llegaba hasta el fondo de su boca, llenándola completamente. Con un poco de suerte, la cosa terminaría aquí. 


Sin previo aviso, Mardek sacó la polla de la boca de Tysara. Sabía que agarrarla del pelo era lo que más le ponía, pero se negaba a soltar la coleta. Quería pedirle que se pusiese encima y cabalgase sobre su miembro, pero entonces no podría sujetarle el pelo como quería.


–Bien, levántate. Date la vuelta y ponte a cuatro patas sobre la mesa. Inclina tu espalda todo lo posible y levanta tu culo, quiero ver que te esfuerzas. Quiero una buena vista de tu coño desde aquí atrás.


Tysara obedeció frustrada. Odiaba la posición humillante que le estaba pidiendo. Ella era más de mantener el control, de colocarse encima y controlar la intensidad del polvo. No le gustaban nada las posiciones sumisas. Para colmo, seguía sujetando su pelo y en esa posición se notaba aún más. Por suerte para ella, tenía el pelo bastante largo.


Mardek por su parte se preparó para penetrarla. Sus manos dieron una vuelta más al agarre que tenía sobre los mechones pelirrojos, tensando la situación aún más. Con la mano libre, apartó un poco las bragas de Tysara, lo suficiente para ver su coño pero sin llegar a quitárselas. Una sonrisa apareció en la cara del caballero al ver que había vello rojizo en esa zona.  


Apuntó su polla a los labios vaginales de la chica y comenzó a abrirse paso con mucha lentitud. Metía tan sólo un poco de su puntita. Disfrutaba de la visión, de la situación de tenerla en esa posición y estar a punto de follársela. El culo de la chica era fantástico, perfectamente redondo y curtido por el ejercicio. Su cuerpo era igualmente perfecto, como a él le gustaba. Lo único malo es que en esa posición no podía ver sus grandiosas tetas, pero lo compensaba con creces el morbo de la escena. Tenía una buena vista de su ano, pero no pretendía hacer nada con él ahora mismo. Quería ir por partes, ya tendría tiempo de aprovechar ese orificio.


Tysara se encontraba bastante incómoda. Al estar sobre la mesa le dolían un poco sus rodillas y tener que mantener la espalda así le molestaba. Por si fuera poco, Mardek tiraba cada vez más de su pelo. Deseaba que el caballero la metiese ya, así que fue ella quien hizo el primer movimiento e intentó mover sus caderas para favorecer la penetración. Mardek retiró la polla, lo que frustó enormemente a la pelirroja.


–Lo que tengas que hacer hazlo ya–. Dijo Tysara. Al menos esta situación estaba ayudando a lubricar, no quería tener una penetración dolorosa.


–Shh… Este es el mejor momento–. Susurró Mardek.


El caballero bajó las bragas de Tysara lentamente y separó sus piernas, dejando sus prendas íntimas tirantes a medio camino de su culo y sus rodillas. Se deleitó con la vista unos segundos y río suavemente. Apuntó su polla de nuevo y comenzó con el juego de meterla poco a poco. Él tampoco quería hacerle daño a la chica. Cuando más de la mitad de su polla estaba dentro del coño de Tysara, al mismo tiempo que daba un fuerte tirón a su pelo, metió la polla hasta el fondo de la chica.


Tysara ahogó un gemido.


Mardek empezó a penetrarla profundamente a un ritmo relajado. Lento pero constante. Embestidas profundas pero con control. Tysara comenzaba a sentir placer por fin. Tenía que reconocer que la destreza sexual de Mardek era bastante alta. Esas embestidas estaban gustándole demasiado, aunque luego recordaba la situación de cómo había llegado hasta aquí y se lamentaba de nuevo. En el fondo, guardaría rencor a Mardek por esto de por vida. Hacía todo esto por Vivenna así que cerró los ojos y se concentró en terminar lo antes posible.


El Alto Caballero intensificó la penetración y, con su mano libre, agarró el culo de la pelirroja. 


–Comienza a tocarte mientras te follo. 


Tysara obedeció. Llevó sus manos a su clítoris y comenzó a darse placer ella misma. Jugaba con su sexo con cuidado pero la posición incómoda no ayudaba. Además, Mardek comenzaba a aumentar la velocidad y se estaba resbalando de la mesa. Así no podía tocarse cómodamente.


El Alto Caballero estaba fuera de sí. Notaba el pelo de Tysara en su mano izquierda mientras que con la derecha agarraba fuertemente su culo. Golpeaba con intensidad hasta el fondo de la vagina de la pelirroja con cada una de sus acometidas. Los golpes eran fuertes y sonaban bastante. Era un momento único.


–Voy a correrme– Dijo Mardek –Espero que tengas el hechizo anticonceptivo porque no pienso hacerlo fuera.


Tysara gemió afirmativamente. Siempre lo llevaba puesto, era de los sortilegios mágicos más fáciles y era una chica precavida, más en esta época. 


Mardek gozaba de cada embestida y cerró sus ojos preparándose para el final. Poco a poco fue añadiendo más velocidad a cada penetración. Para la última, soltó el pelo de la chica a la vez que posaba sus dos manos sobre sus caderas y derramaba todo su semen en su interior. La embestida desequilibró un poco a Tysara, que casi se cae de la mesa. Mardek se quedó bien pegado a ella, corriéndose todo lo posible en su coño. Se deleitó sacando su pene lentamente de la vagina de una Tysara que respiraba cansada. Tras sacar su polla de la chica, le subió las bragas. El semen comenzó a derramarse en la prenda íntima.


–No te las quites, déjatelas así. Sé que ahora tienes un par de reuniones. Estoy seguro de que así te acordarás de mí.


Tysara se levantó. Estaba muy enfadada. No sólo ella no había llegado al clímax, sino que se sentía completamente utilizada. Sentía que todo el polvo y la escena habían sido únicamente para satisfacer a Alto Caballero y eso la enfurecía aún más. Mirando a Mardek a los ojos, de forma desafiante se quitó las bragas y las tiró a un lado de la estancia.


–El pacto era hasta que tú te corrieras. Una vez lo has hecho, no hay ningún tipo de regla que diga que tengo que seguir obedeciendo tus estúpidas órdenes. Ahora te toca cumplir tu parte del trato. Tienes hoy para inscribirte, recuérdalo.


Quería llorar de la furia. Mardek esbozó una media sonrisa. Ella echó un vistazo hacia la habitación y se dirigió al baño dónde se limpió los restos de la escena de sexo para luego volver a la estancia principal y comenzar a vestirse. Estaba más enfadada cuánto más tiempo pasaba. Esto había sido una estupidez. Se deshizo la coleta, tiró el coletero con furia a Mardek y se fue dando un portazo.


El Alto Caballero recogió el lazo y lo llevó hasta una cajita, dónde lo guardó cuidadosamente. Desde las sombras de uno de sus cuartos escuchó una voz familiar.


–¿Por qué has hecho ese pacto con ella? Pensaba que estarías de mi parte en esto. Tenemos nuestro propio trato.


Un hombre de pelo largo negro, cuidadosamente trenzado a su espalda, apareció de la nada. Llevaba una extraña armadura de color zaphiro, con símbolos mágicos asociados a la magia de sombras, una de las tres calamidades de la hechicería. Era alto pero no demasiado fuerte aunque era bastante guapo. Sus rasgos eran finos, muy atractivos y sus intensos ojos esmeralda destacaban en sus facciones. Estaba perfectamente arreglado y su porte indicaba nobleza y preparación.


–Volgen. ¿Cuánto tiempo llevas escuchando?


–Llegué en mitad de tu fiesta particular pero nunca se me ocurriría molestar a un preciado aliado en el ejercicio de sus actividades físicas.


Mardek le miró mientras lanzaba las bragas de la chica a Volgen.


–Esto debería servirte para tu extraña magia, ¿no?. Incluso aunque tu objetivo sea la hermana.


Volgen atrapó las bragas en una esfera de sombras y las guardó en una extraña bolsa de terciopelo azul. Al hacer magia, los sellos de su armadura se iluminaban tenuemente.


–Estás en lo cierto. Los lazos de sangre son poderosos. Es posible afectar a alguien a través de prendas de sus hermanos si conservan algunos restos genéticos. Las prendas íntimas sirven perfectamente y, dicho sea de paso, con gran efectividad. Gracias por tu ayuda.


–Es para lo que me pagas. Y, por cierto, es cierto que he hecho un pacto con ella, pero en él tan sólo me obligaba a competir, nunca dije que ganaría nada. Esa chica está bastante desesperada.


Volgen sonrió. Su aliado era bastante más astuto de lo que uno podría pensar al principio. Mardek había llegado dónde estaba porque su habilidad con la espada era temible sí, pero también por su ingenio.


–Entonces no tenemos nada de lo que arrepentirnos. Aquí tienes tu parte del pago, por adelantado, como requeriste.


Volgen hizo aparecer un pequeño maletín de las sombras y lo dejó sobre la mesa dónde instantes antes Tysara se encontraba en alguna que otra situación comprometida. Acto seguido se dió media vuelta para marcharse de la estancia. 


–Se aproximan unos días apasionantes–. Dijo antes de desaparecer sin dejar rastro entre las sombras.


Mardek sonrió, aún desnudo, y se sentó en el sillón de su cuarto. Puso las dos piernas sobre la mesa y miró el maletín con una gran sonrisa.


–Y qué lo digas.

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